Florencia Méttola nació en San Miguel de Tucumán, en el solsticio de invierno de 1981. Escritora, cantautora, cinéfila, melómana, ilustradora y profe de inglés entre otras cosas, ella misma suele definirse como amante del arte. Nos conocimos estudiando filosofía en la UNT, en el 2002. Mi primer acercamiento a su literatura fue a través de un cuento sobre una mujer que, a modo de deshojar una flor, se arrancaba los dedos, uno a uno. Este desangrarse de a poco, este imperceptible sufrir por goteo, es un elemento que persiste en la obra de Flor. En “Estatura promedio” hay algo que se mantiene en el orden de lo jamás-dicho. Un gesto estéril, decepcionado de su propia vitalidad, derrotado de antemano. Un espejo muestra las dos voces del “enano”, en extraña simetría. En un primer diálogo el personaje contesta y desarrolla las preguntas, cómodo consigo mismo y de alguna manera, justificando el por qué de su existencia. Podemos conocer a través de el, su vida, quizás fuera de casa, sus intereses, sus reflexiones dispersas. En el segundo diálogo, la actitud se transforma, y se vuelve un ser casi invisible, sin autonomía, preso de la melancolía, inmóvil. Una charla cotidiana, en la que no puede decirse más que lo que el espacio de la conversación le da, y sujeto al dedo del padre que lo juzga y añora el niño que fue, rechazando al joven en que se convirtió. No hay tragedia, ni siquiera en el hecho de que sea “enano”, porque no lo es del todo. Esta incomodidad es a la que me refiero como erosiva, pero apenas visible. Flota en el aire la pregunta del para qué del relato. Insatisfacción, vacío y goce por la posibilidad de escribirlo