Ésta obra, que se enmarca en la incipiente narrativa comprometida con la problemática de género, se propone por un lado una crítica, no menos incisiva que mordaz, hacia el sistema patriarcal en que vivimos y, por el otro, plantear la necesidad de reflexionar y tomar consciencia acerca de las condiciones violentas de vida impuestas a las mujeres.María José Bovi escribió Dinosaurios, urgida por una necesidad social y no por una necesidad literaria, es por eso que, como lo dijo en más de una oportunidad, se percibe sí misma como “denunciante”, concepto que antepone y prefiere al de “escritora”. Diría yo que, ésta obra, se presenta como una denuncia que no siendo una novela, se parece mucho a ella.El libro comienza con un texto en donde la narradora confiesa que ha sentido, en más de una ocasión, que la mera condición de ser mujer la ha experimentado como un crimen. No obstante ello, elige ser mujer, día a día, pero teme de los besos que vienen de la espalda. El texto cierra con un apotegma arisco y ácido: “Temo a lo que existe, porque es más monstruoso un dinosaurio con humanidad, que muchas paredes hablando”. Una frase desgarradora, que intenta desarticular aquella infamia social tendente a menoscabar el derecho al reclamo por una vida digna pretendiendo normalizar, con el silencio, la ignominia.Esa forma abrupta de iniciar, nada inocente, termina perturbando en segundos al lector confiado, que no pensaba encontrarse con eso. De modo que, de lo antedicho, se podría conjeturar que son dos -al menos- los caminos de lectura que deja abierto: uno, vinculado a lo social, es decir al vislumbramiento de ciertos dispositivos de violencia que actúan, subrepticiamente, en la cotidianeidad; y otro, más ligado a la idea del relato testimonial, de hacer de la palabra un arma de lucha.Lo siguiente es una especie de segundo exordio, en el que la autora deja en claro su incomodidad manifiesta para con los insistentes intentos de definición de la mujer. Se (nos) interroga al respecto: (… ¿Qué es ser mujer? Yo no sé bien qué es ser mujer, pero sí supe y sé lo que es correr peligro siéndola… Yo no sé bien que es ser mujer, pero sé defender mis derechos, porque soy humana y muchos se olvidan de eso…).Hasta aquí, una suerte de pacto-advertencia entre quien escribe y a quienes estas páginas les serán dadas a leer. El resto, al decir de Verlaine, es literatura.Con un formato parcelado y escrito casi con desesperación, el relato introduce la historia de María y Clara, dos mujeres que comparten más que un pasado de violencia patriarcal en común: ambas frecuentan los bares tucumanos, las drogas y escriben poesías, salvoconductos instantáneos para una memoria que funciona como un constante trastorno a lo largo de toda la novela. Se conocen, por una fantasía de la realidad, cuando llega a manos de María un papel, abandonado por Clara en una mesa de un bar, con una poesía que le recuerda mucho a ella. Mejor dicho, le recuerda a su vida, como si aquellas palabras fueron escrita por ella misma, en un tiempo remoto y pretérito. A partir de entonces, María no puede abstraerse de aquel papel y empieza a interesarse en la vida de Clara, hasta que por fin se conocen, una noche, en un baño público. Tienen una charla. María se entera que Clara es depresiva y consume pastillas para sobrevivir a todo. María, que narra la historia en primera persona, confiesa haber tenido problemas de depresión, pero se cree a sí misma curada. En el decurso de la novela van construyendo un vínculo cada vez más íntimo y, en ese abismo de incomprensiones, María se da cuenta que Clara es el espejo de sí y que los Dinosaurios aún no se extinguieron. Este hecho vierte el sentido del relato y conduce a las dos a una lucha conjunta de resistencia frente a los Dinosaurios, a una abnegación que llega al paroxismo cuando María lleva a Clara a vivir con ella. Así, la trama fluye, misteriosamente, en una furtiva atmósfera de causas confusas y búsqueda de identidades. Y ese andar de a dos quizá sea el mensaje axial, el punto nodal que amalgama el todo y lo conceptualiza: la importancia de la unidad por sobre la unicidad.La autora, consciente de ello, elige un lenguaje transgresivo y nunca inocente, de manera que sirve no solo para configurar el tono, es decir la relación que tiene quien escribe con lo escrito, sino también para acompañar una serie de hechos y pensamientos concatenados que nos permiten preguntarnos acerca del modo en que ella piensa su lugar en la sociedad y no tanto el lugar real en el que está.Antes de culminar, ésta edición trae consigo una pequeña sección de poemas y relatos titulada “Entre muchxs, dinosaurios” cuya autoría provienen de la mano de personas que fueron esenciales, a la hora de la escritura y el trabajo que requirió la realización del libro. Ésta innovación, que deja ver entre líneas el quehacer colectivo de una editorial independiente, autogestionada y militante, termina confirmando la presencia de una novela sui generis en el campo de las letras tucumanas.Dinosaurios es un laberinto laborioso pero comprensivo, donde jamás se pierden de vista sus pilares troncales y elementales: la recriminación a un sistema rancio y putrefacto, seguido de una esperanza y una reivindicación, un grito de sororidad hacia todas las personas que sufren del mismo. Dinosaurios lucha contra el olvido que intenta borrarle, al sistema, su censo de muertes.