dc.review.review | Cronicario constituye una perfecta simbiosis de crónica y poemario. Por un lado, el autor relata en un orden temporal su propia historia y la colectiva de un grupo de jóvenes en Tucumán desde el Operativo Independencia (1975) hasta el final de la Dictadura (1983). Por otro, forma un conjunto de poemas que reafirma la posibilidad de hacer poesía después de la barbarie, porque el arte es —precisamente— eso que nos salva de la barbarie.1
Neologismo en nuestro idioma, cronicario existe en italiano, donde significa «hospital de enfermos crónicos». Curiosamente, el poemario de Reynoso trata de esa larga pesadumbre nacional incurable, producto de persecuciones, secuestros, desapariciones y asesinatos perpetrados por el Estado argentino hace ya 42 años. Divididos en tres partes cronológicas,
los 24 poemas (el último tripartito) reproducen la experiencia individual ante la muerte
genocida en todas sus facetas: el suplicio —propio y ajeno—, la tortura psicológica,
el miedo cerval, la locura a que conduce la incertidumbre sin fin, los despojos del salvado, y la negrura insondable para el que lo fueron y ya no volverá a estar más. La liberación de un campo de concentración no significa para el que sobrevive el final del cautiverio, pues de inmediato empieza otra muerte silenciosa: fuera, de regreso a su antiguo mundo cotidiano, se hace carne la inevitable certeza de la falsa sinrazón del «ablande» verdugo al constatar los restos de la hecatombe. Así lo expresa Reynoso en «Prefacio de ausentes»: no importa quién tocó primero la tierra la muerte preguntada contestó lloviendo y de a uno fuimos caídos.
La cronología de la barbarie se revive en el orden de las dedicatorias que tienen los poemas de la primera y segunda parte, muchas de las cuales corresponden a amigos o compañeros de militancia partidaria desaparecidos, todos dispuestos a cambiar la sociedad donde nacieron. Algunos eran adolescentes, estudiantes de secundaria —como el mismo Reynoso entonces—, la mayoría jóvenes veinteañeros, estudiantes universitarios, maestros, delegados gremiales, etcétera. Todos ellos tucumanos. O vivían en nuestra provincia, militando en la capital o en el interior. En poco tiempo, las prácticas exterminadoras del Estado argentino los convertirían en los otros, en los enemigos de la patria, en los subversivos que había que perseguir y exterminar. | es |